El caso de los secuestrados en la Ford



Son las esposas de dos trabajadores llevados de la planta de General Pacheco en 1976. Aquí, cuentan que vieron en manos militares la nómina de trabajadores que la empresa pedía que secuestraran los represores. Sus reclamos al teniente coronel Molinari.

El teniente coronel Antonio Francisco Molinari tenía quién le escribiera. Arcelia Luján de Portillo y Elisa Charlín de Troiani lo confirman sin vacilar: la Ford Motors de Argentina. Son las esposas de Vicente Ismael y Pedro respectivamente, dos trabajadores que fueron secuestrados en la fábrica de General Pacheco el martes 13 de abril de 1976. Ambas mujeres vieron la misma lista con el logotipo que caracteriza a la automotriz en dos dependencias distintas bajo el control del Ejército. La hoja tamaño oficio tenía el óvalo en la parte superior y la nómina que, según el militar, “nos dio la empresa con los trabajadores que querían que chupáramos”. Arcelia recuerda que el oficial se la mostró en su despacho de la Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo y Elisa confirma que fijó su mirada en ella cuando aquél la recorrió con su dedo índice sobre un escritorio en la Unidad Regional de Tigre, y le informó: “Acá está su marido. Lo detuvimos por averiguación de antecedentes”.

La lista de la Ford, una prueba que incriminaría a los directivos de la compañía en aquella época, nunca apareció. En la Justicia fueron acusados Nicolás Enrique Courard (su presidente entre el 29 de noviembre de 1973 y el 1º de marzo de 1985), Pedro Muller (gerente de manufactura), Guillermo Galarraga (gerente de Relaciones Institucionales) y Héctor Francisco Sibilla (jefe de Seguridad de la planta). Pero con la muerte de Molinari, casi octogenario, se perdió la posibilidad de obtener un testimonio que habría resultado valioso para la causa que tiene en sus manos el juez federal de San Martín, Alberto Suárez Araujo.

El matrimonio Portillo vive en la misma casa de Don Torcuato que habitaba en el ’76 y allí recibieron a los Troiani para dialogar sobre la lista, Molinari y la Ford, a instancias de PáginaI12. Arcelia tiene una memoria prodigiosa. Y recuerda cada detalle de un encuentro clave con el teniente coronel que la marcó para siempre: “Me dijo que era una persona de honor y que me iba a mostrar algo. Giró y ahora me acuerdo como si lo viera en una película, que con la mano izquierda abrió el cajón de un mueble enorme que tenía detrás del escritorio y sacó la lista, larga, escrita en una hoja tamaño oficio con el logotipo de la Ford impreso. ‘¿Ves esto? A mí me lo dio la fábrica. ¿Vos te pensás que yo, por su linda cara, por el nombre o el aspecto de tu marido fui y lo saqué? No, a mí la lista me la entregó la empresa. Por eso los chupamos.’ Esos fueron los términos que utilizó”.

Elisa tuvo una vivencia parecida y comprobó que la lista existía cuando, en su presencia, el militar la leyó en silencio hasta que encontró escrito en ella el apellido Troiani. “Ocurrió durante la primera semana de detención de Pedro. Yo la vi en la Unidad Regional de Tigre, que queda en la misma manzana de la comisaría 1ª donde alojaban a los trabajadores que secuestraban. Estaba sobre un escritorio, en la primera oficina a la derecha, donde me atendió Molinari vestido con su uniforme. Y ratifico que tenía el logotipo de Ford en el ángulo superior izquierdo.”

El teniente coronel era el jefe de operaciones del Area 410 que tenía jurisdicción sobre los partidos de Escobar, Tigre y General Pacheco. Arcelia mantuvo unos diez encuentros con él en su oficina de la Escuela de Ingenieros. Hasta allí solía ir con otros familiares a reclamar por la libertad de su esposo. Ahora recuerda que cuando le mostró la lista, se acercó lo más que podía para verla y “me di cuenta de que de todos los nombres que figuraban en ella había dos sin tachar: el de mi marido y el de Carlos Propatto. Eran justo los únicos que faltaba quedar libres. Nunca supe ni creo que vaya a saber por qué me mostró la lista a mí. Quizás haya sido porque fui la más insistente. Fui tantas veces a acusarlo”.

Las dos mujeres coinciden en que Molinari las atendía a solas y de uniforme, tanto en Campo de Mayo como en el Tigre. Elisa y Arcelia van más allá del militar y comprometen a la Ford cuando declaran. “Un ex gerente de Relaciones Laborales, Jorge Fernández, que también murió, me dijo una vez que lo fui a ver a la fábrica: ‘Señora, lo que hizo la empresa con esta gente es una injusticia. Yo les había avisado que se fueran antes del golpe, que tenían la indemnización a su disposición...’”, evoca la esposa de Troiani.

Arcelia señala con convicción: “La Ford o quienes eran sus directivos en ese momento, se merecen que caiga sobre ellos todo el peso de la ley. Deberíamos buscar que sean juzgados como corresponde porque evidentemente tuvieron responsabilidad. Los militares llevaron a cabo las acciones, pero la empresa fue la instigadora, o como dicen ahora, la autora intelectual de lo que pasó, ¿no?”.

Troiani y Portillo son dos de los 25 trabajadores de la automotriz norteamericana secuestrados tras el golpe del ’76. Los arrancaron de sus puestos de labor y pasaron por el quincho de la fábrica –en la zona del campo de deportes– donde funcionó un centro clandestino de detención. Estuvieron en promedio un año a disposición del PEN en diferentes comisarías o centros carcelarios. Sus nombres estaban en la lista con el logotipo del óvalo que le servía de referencia a Molinari para sus operativos. El teniente coronel zafó de prisión por la ley de Obediencia Debida y vivió sin que nadie lo molestara hasta septiembre del año pasado en la ciudad de San Nicolás (ver aparte). Se le imputaban quince privaciones ilegales de la libertad y un homicidio. Ellos, en cambio, continúan reclamando justicia hasta hoy.

Por Gustavo Veiga/Pagina 12

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